"UNIVERSIDAD CENTRAL DE LA HABANA" (Ciudad Habana, Municipio Plaza, Vedado)

Escalinata universitaira

Sobre la colina que desde finales del siglo XIX los habaneros denominaban de “Arostegui” o “Loma de la Pirotecnia”, aludiendo sin duda, al asceta de misteriosa vida que poblaba estas soledades o al sitio donde se guardaban los fieros cañones utilizados en la guerra contra los mambises, se fue trasladando justamente a partir del 20 de mayo de 1902 que guarda para la historia la singular inauguración de la República neocolonial, el conjunto de facultades que conformaban la vieja “Universidad Real y Pontificia de San Gerónimo”, más tarde “Real y Literaria Universidad de La Habana” y ya en plena República Plattista la flamante “Universidad Nacional”.
Así, con el decorado de un mar de románticos vuelos, con  el verdor creciente de los vetustos laureles que poblaban un ángulo de la colina, y en lento desplazar de aulas, laboratorios, pesados atriles, voluminosos infolios, fue cobrando cuerpo, perfil propio, el abigarrado panorama que hoy presenta, conservando para la historia y la tradición por sus más de 250 años de existencia, nuestra Universidad de  La Habana.
Muchos y variados han sido los acontecimientos que han tenido lugar precisamente en este sitio del conspicuo Vedado, en esta misma ancha escalinata que da acceso al epicentro universitario de la Plaza Agramonte; y aún guardan los  mudos salones de sus claustros y la renovada vitalidad de su grey estudiantil, la pujanza de Mella, la presencia de Rubén Martínez Villena, aún pasean por sus laureles sombreados los inquietos revolucionarios del Ala Izquierda Estudiantil, las muchachas del Batallón Universitario, las viriles protestas del Directorio Estudiantil del 30, la convicción revolucionaria de Ramiro Valdés Daussá, la firme actitud de los primeros jóvenes socialistas, el verbo encendido de Chibás, la firmeza de Marcio Manduley, la combatividad de Gabriel Barceló Gomila, la generación inmolada del Centenario del  Apóstol en 1953, los muros salpicados con la sangre de José Antonio Echeverría,  las aulas de la Facultad de Derecho donde recibiera enseñanza nuestro Comandante en Jefe, es decir, toda una atmósfera capaz de revivir y hacer vivir siquiera fuese por  unos instantes todo ese ciclo de intensa vida cultural,  política y revolucionaria que ha forjado la Universidad en sus últimas décadas.

¿Qué puede decir al visitante, o al estudiante que asciende por primera vez la Escalinata de magnífica presencia, la ostentosa figura de acogedores  brazos que lo espera, su Alma Mater..? ¿Qué simbolismo puede tener para el recién graduado la tanqueta inmóvil en un ángulo de  los Jardínes de la Plaza Agramonte? ¿Qué aroma fluye del techo en el pórtico del rectorado, en que nos acompañan las otras universidades latinoamericanas? ¿Quién podrá ser ajeno al imán de la plaza –silencio o algarabía—que lleva el nombre del bayardo? ¿Cómo olvidar el Jardín de la Fama, que la gracia de los jóvenes bautizó, hace ya mucho tiempo, con nombre más expresivo? ¿Qué de singular encierran los muros de la Biblioteca central? ¿Qué voces están siempre clamando por nosotros desde el Aula Magna?
¿Cómo conservar y recordar a todos los que de un  modo u otro contribuyeron a plasmar en realidad los sueños ancestrales de libertad y vida que tuvieron Céspedes, Agramonte, Mella y Fidel en su tránsito universitario...?  En ese entorno, ¿cómo matizan y colorean todo el ámbito, los espacios consagrados a mantener viva la memoria de las figuras que marcaron el camino de los jóvenes en la historia universitaria (Memorial Mella, busto de José A. Echeverría, Salón de los Mártires) en su diálogo con los jardines y los seres?. Más allá del recinto, la sombra de un Martí joven, desde la Fragua martiana, ¿cómo nos pregunta y responde, una vez más?
Para intentar una respuesta a estas naturales preguntas y partiendo de un  necesario recorrido por el laberinto de plazas, monumentos y lápidas que encierra la Universidad de La Habana, necesario es que tomemos derrotero a partir de la calle San Lázaro y, ascendiendo los 88 escalones de la escalinata monumental iniciemos este recorrido.

Graduados en el Alma Mater

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La escalinata
Ceñida por dos artísticas escaleras y formando un imponente conjunto, muy a tono con la idea de sus constructores imbuidos de un neoclásico gusto por el  Ágora Ateniense  o el Foro Romano, se alzan los 88 escalones, de la Escalinata de la Universidad de La Habana.
Amplia espaciosa y gallarda se ve flanqueada por los vetustos edificios de las antiguas facultades de Farmacia y de Ciencias Comerciales, en cuyas paredes exteriores aún pueden leerse las inscripciones en latín TIBI GRATIA (Gracias a ti) y HOC ERAT IN VOTIS (Estos eran tus deseos) con que sus constructores las honraron.
Más adelante y ya coronando la cima, frente al grecolatino frontispicio del rectorado, la estatua del Alma Mater testigo presencial de más de una demostración de combativa audacia revolucionaria

Alma Mater.
Alma MaterLa estatua es obra del escultor checo Mario Korvel, quien la realizó en  1919, utilizando como modelos, para la cabeza  y rostro a  la señorita Feliciana Villalón  y Wilson que contaba entonces con 16 años, y para la figura del cuerpo a una mujer criolla mestiza de más edad.
La obra fue luego fundida en bronce por la Roman Bronze Works, Inc. De Nueva York y colocada frente a la entrada del edificio del rectorado sobre un pedestal y base de piedra y cemento en el terreno rústico de la vieja colina, en el primer semestre de 1920.
La locución en latín de Alma Mater sólo se aplica a las Universidades, y su significado concreto y preciso de madre nutricia aplicado al más alto centro docente de La Habana se hace por sí evidente.
El sitial en  que descansa la figura del Alma Mater lleva a cada lado bajorrelieves alusivos a las distintas ramas del saber, estas están representadas simbólicamente por esbeltas figuras de mujer, de perfil griego y noble porte, que llevan en sus manos algún objeto que indica por sí mismo la rama de la ciencia que personifican: la botánica en unión de sus compañeras, la medicina y farmacia, las leyes y una figura con una lámpara votiva en sus manos, que bien pudiera representar la Filosofía, se aprecian igualmente, las Letras, y una  figura con un objeto indiscernible en sus  manos, en forma de línea curvada sostenida  por rectas dispuestas en zigzag, quizás alusiva al arte de edificar.
Mas no hay que olvidar que todas estas interpretaciones pudieran resultar caprichosas, pues no ha quedado constancia alguna de qué fue exactamente lo que el escultor quiso representar con estas figuras, y muy bien puede pensarse que hayan sido hechas  simplemente a imaginación del artista

Plaza Ignacio Agramonte
Después de avanzar por el edificio del Rectorado y atravesando el umbral del abigarrado conjunto universitario,  aparece refrescante y única, vivaz a pesar del  tiempo, con su atmósfera histórica intocable la ex-plaza Cadenas, hoy Plaza Agramonte.
En ella los laureles, los bancos de marmórea juventud,  los jardines de diversa flora, han  mantenido su encanto desde los primeros años de su construcción.
Allí, frente al rectorado, se alza en indelebles letras de bronce, la tarja que denomina para siempre Plaza Ignacio Agramonte este epicentro de rebeldías. Se expone  la fecha simbólica del 11 de mayo de 1973, en el Centenario de la  caída en  combate del estudiante de Derecho, jurista y Mayor General Ignacio Agramonte, cuyo nombre recibiera en esa misma fecha el edificio de la Facultad de Derecho

Jardín de la fama.
En un  abigarrado paseo cubierto de exóticas palmeras, árboles de intrincada flora tropical, y decorado por algún que otro tinajón camagüeyano, la Universidad muestra su Jardín de la Fama, poblado  de  insignes bustos que perpetúan la memoria de sabios nacionales y  extranjeros.
Son ellos, iniciando un  formal  recorrido por  el ángulo lateral derecho de la facultad de Ciencias Exactas, el  ilustre segundo descubridor de Cuba el Barón Alejandro Von Humboldt, regalo muy apreciado de la  hermana Universidad Humboldt de Berlín; el del destacado cartógrafo Esteban Pichardo, de ascendencia  dominicana y fundador de los estudios geográficos en nuestro país, y el de Benito Juárez.
Ya hacia la parte posterior de la facultad, rodeado por una  fuente de límpidas aguas, los bustos dedicados a los venerables patricios Félix Varela, Ramón Zambrana y José de la Luz y Caballero, tres figuras que en su exacta dimensión de sabios cubanos, defendieron nuestras tradiciones, impulsaron el desarrollo de  sus respectivas ciencias y cuya vinculación con la Universidad de La Habana los  ha colocado en lugar señalado para presidir el Jardín de la Fama

Aula Magna.
Aula MagnaEn el armonioso conjunto de edificios  universitarios sobresale por su elegante presencia, el Aula Magna de la Universidad habanera. Con un cuadrángulo perfecto, sus añejas paredes revestidas con la piel desnuda de las rocas, empotradas las  duras maderas cubanasrecién pintadas, lucernarios y ventanales construidos por  los más expertos albañiles y carpinteros criollos, es digno marco a toda actividad solemne universitaria.
Cuando en ella entramos nos deslumbra la multifacética presencia Dar Clic para ampliardel neoclásico, y el aire turbulento del barroquismo sugerido en sus volutas y columnas.Tiene de todo nuestra bella Aula Magna; óleos de reputada fama, cielo raso decorado, estucos brillantes y un mobiliario donde los ricos cueros camagüeyanos rivalizan en cubanía y autóctona belleza, en sus multicolores diseños, con las caobas santiagueras, el pino pinareño, las Dar Clic para ampliarmajaguas villaclareñas, el  roble broncíneo del Escambray, la fragancia del cedro matancero y el perfume oliváceo del ocuje y el  roble. De su techo pende la generosa lámpara de araña, con sus resplandecientes luces de polícroma gama,  la circunferencia de luz que derrama sobre la sala es  uno de los acontecimientos ópticos más hermosos y uno de los efectos más singulares de esta gran sala. A su lado compiten en majestuosidad y elegancia los finos candelabros de  cristal, cuarzo y sílice, los medallones de sugerente forma  y el mármol de Isla de  la Juventud en sus  tonos del rosa al ocre, del verde al gris, dándole incomparable belleza interior.
Ya en una descripción más preciosista podemos admirar, de izquierda a derecha los 7 magnos óleos, debidos a  la genialidad de  Armando Menocal, pintor, poeta y patriota. Estos representan: la Medicina, las Ciencias, las Bellas Artes, el Pensamiento, las Artes Liberales, las Letras y el Derecho. Hacia arriba violentando el espacio una pintura gigantesca alegoriza las nuevas carreras incorporadas al currículum universitario en la reforma de 1937: la Arquitectura,  con su plomada; la Pedagogía; la Ingeniería, etc, deslumbrantes en el conjunto de querubines, musas y vestales tropicales.
De singular contextura y sobrio formalismo los medallones situados en la  pared principal del edificio representan insignes personalidades de nuestra casa de estudios. Así mismo los latinazgos de fina capa dorada tomados de la proverbial sapiencia latina expresan lo siguiente (de izquierda a derecha):
“UNOS DÍAS EN LA VIDA DE UN HOMBRE ERUDITO VALEN MÁS QUE MUCHOS AÑOS EN LA VIDA DE UN IGNORANTE”
“ES MUY PROPIO EL ERRAR, PERO SOLO LOS TORPES PERSEVERAN EN EL  YERRO”
“FRÁGIL Y BREVE ES LA VIDA  QUE NOS DA LA NATURALEZA LA CUAL PUEDE HACERSE INMORTAL POR NUESTRAS OBRAS”
“NO SE ENCUENTRA LA VENERABLE CIENCIA EN CÓMODO LECHO SINO  QUE SÓLO A TRAVÉS DE ARDUO ESDUERZO ES QUE SE LE DOMINA”
Aprisionado en el fervoroso recuerdo de la juventud que forjó, la urna cineraria contentiva de los restos de Félix Varela con  un bello  epitafio, constituye el rincón académico de nuestra Aula Magna; frente a él, en el lado opuesto, el más grande médico latinoamericano, nuestro sabio investigador Carlos J. Finlay,  para  finalmente, en esa misma pared contemplar la tarja descubierta en 1973, con motivo del cincuentenario de la fundación de la FEU

Memorial Mella.
Situado en las confluencias de las calles San Lázaro y Neptuno, frente a la escalinata Universitaria, se levanta majestuoso y digno, en sobrias líneas arquitectónicas , conce-bido como una eclosión revolucionaria, el monumento que contiene las cenizas veneradas del fundador de la Federación  Estudiantil Universi-taria y nuestro glorioso Partido Comunista: Julio Antonio Mella.
Por su sencillez y clásica estructura llama a meditación y compromiso en  las jóvenes generaciones estudiantiles que ascienden la escalinata Universitaria. Mella, sus cenizas, no son polvo desecado ni recuerdo estéril y muerto en este “Memorial Mella”, es un sitio donde se reúnen en patrióticas peregrinaciones en fechas muy señaladas lo mejor de  la grey estudiantil para montar guardia y recordar en tributo de admiración y respeto al gran adalid  caído en  tierras de México.
Por el  color negro, y el contraste con el blanco  de sus acerados muros, frente al busto que en sólido bronce recuerda la efigie del gran luchador antimperialista emanan las fechas magnas de su tránsito  universitario MCMIII, MCMXXIII, MCMXXV, MCMXXIX, la fecha de su nacimiento, la de la Fundación de la FEU, del Partido Comunista, y el  aciago de 1929 de su caída en  México.
Mella, su Memorial y la Plaza circundante es sitio de obligada peregrinación revolucionaria para todo visitante nacional y extranjero que pretenda tomar una visión de nuestro acontecer político contemporáneo

Fragua Martiana.
La Fragua Martiana, situada en la intersección de las calles Hospital y Vapor en el Municipio de Centro Habana, en cuyo sitio se encontraban las horrendas Canteras de San Lázaro, donde el régimen colonial enviaba a todos aquellos cubanos acusados de infidencia, es el sitio donde José Julián Martí  y Pérez fue testigo presencial de toda la crueldad de un  régimen colonial que le viste con el infame traje de  presidiario.
Lugar de encuentro con la historia y símbolo. Allí en medio del dolor del presidio, "el más rudo, el más devastador de los dolores", se fraguó el espíritu invencible del organizador e ideólogo de la guerra de independencia de Cuba.
Pasan cien años, y a raíz del golpe de estado de Fulgencio Batista, vuelven los estudiantes a la Fragua para enterrar la ultrajada Constitución de 1940. Allí sellan con la Marcha de las Antorchas su promesa de liberación al Maestro de la Generación del Centenario que encabeza Fidel. Y allí se inician los niños en un camino de amor a la nación.
Desde su fundación, el 28 de enero de 1952, la Fragua ha estado directamente vinculada al quehacer martiano de la Universidad, apoyada y alentada por profesores de la altura de Raimundo Lazo o Juan Marinello.
Museo, centro comunitario, tribuna, la Fragua Martiana materializa en la acción cotidiana su labor de extensión universitaria, y su aporte permanente a la sedimentación de valores patrióticos y morales en las nuevas generaciones

La tanqueta
Con los embates de sus recios encuentros, altiva pese al tiempo y la injuria, conservando aún la pátina histórica que la condujo desde las intrincadas montañas cubanas hasta el epicentro de la Universidad de La Habana.
Esta tanqueta fue traída como botín de guerra de los  jóvenes estudiante alzados contra la férrea dictadura de Batista. Capturada al enemigo en combate, desde los primeros días de enero de 1959 ha simbolizado para toda una nueva generación de revolucionarios el común esfuerzo que unió  sangre, voluntades y vida en la magna tarea de  hacernos a todos libres en el enero luminoso de 1959.
Una sencilla tarja explica cómo el 4 de abril, fecha nacional del Movimiento Juvenil Cubano se colocó definitivamente en este lugar este "carro Blindado" que es símbolo genuino de la bravura estudiantil en los años de intensa lucha guerrillera en las montañas orientales y villaclareñas

El rectorado
El RectoradoDentro de la cronología del emplazamiento de los primeros edificios en la colina universitaria destaca por su gran movilidad su orden  corintio de columnas, los ornamentos de  puro estilo romano,  la efigie de Palas Atenea o Minerva con el búho que remata el capitel de perfectas y sobrias líneas clásicas de este edificio  terminado  en el año 1918 y que constituye sin lugar a dudas, la más alta expresión del estilo neoclásico con ribetes de profundo misticismo docente para propios y extraños.
En  su interior se encuentra una tarja, que alude a  la figura heroica del joven profesor Ramiro Valdés Daussá, muerto vilmente por enemigos de la Universidad el 15 de agosto de 1940.
A ambos lados y frente al REctorado, antiguos edificios que fueron emplazamiento de las Facultades de Física y Química, hoy día ocupados por oficinas y por la Facultad de filosofía e Historia

Biblioteca central
Con el nombre que es todo un símbolo en nuestra literatura, consagrado a la memoria del sin par revolucionario que fuera Martínez Villena, muestra en su atrio en  atrevidas  líneas  modernas,  con su concepción plástica de vanguardia el busto del  insigne luchador y ya en sus galerías superiores, sobre un espacioso salón de lecturas, en estantes bien poblados  libros y anaqueles antiguos y modernos, el edificio semiclásico de la  Biblioteca Central, reliquia y orgullo del  patrimonio universitario. Por ella desfilaron las más ilustres generaciones de estudiantes, profesores y trabajadores de esta Casa de Estudios
En sus  bajos dos pequeñas  placas recuerdan al  autor de nuestro  himno nacional, Perucho Figueredo, en armónico relieve sobre el texto del  himno y frente a él, la sala de lectura de lengua inglesa William Shakespeare.
En los bajos de la Biblioteca, ascendiendo por la escalinata lateral derecha una tarja del más puro mármol fragmentada y recompuesta que señala el ardiente camino del saber en la Metáfora Ovidiana: Tu sulatia praebes, tu cura requies...